Además de deforestación, la soja trajo concentración de tierras, desocupación y expulsión. “Los crecientes precios de la oleaginosa y las nuevas tecnologías hicieron que muchas áreas marginales se volvieran muy rentables. Los precios de la tierra y de los arrendamientos se mantuvieron rezagados en relación con la rentabilidad potencial, un retraso suficiente como para absorber los sobrecostos de desmonte y de fletes a los puertos. Por las necesidades de escala e infraestructura del cultivo sojero las nuevas oportunidades sólo resultaron accesibles para medianos y grandes productores.
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